Aliento pútrido mañanero
que disuelves el seso con
tu soplo,
con un bostezo traicionero
hasta de sus cuencas
saltan mis ojos.
Tamaña sensación de
desagrado
me produce oler tu pozo
te aseguro que no
encuentro gozo
en un hedor tan acusado.
Tu aliento agrio y
caliente
me revuelve las entrañas,
vomitaría mi bilis
ardiente
por boca, nariz y
pestañas.
Tampoco encuentro placer
alguno
en notar tu hálito en mi
cogote,
no hay cosa que más me
provoque
partirte los morros con mi
afilado puño;
y de un mortal estoque
acabar con este olor a
truño.
Arma letal escondes entre
tus dientes,
tus susurros son golpe
mortal
para quien se proclama tu
oyente.
No es posible ignorar
semejante tortura
sensitiva,
evitar regurgitar en tu
faz
es tarea sibilina.
Así, como amistoso
consejo
te propongo algo sencillo,
con pasta dental y cepillo
limpia tu dentadura de
conejo
Y por si no fuera
suficiente,
enjuague bucal es lo
siguiente.
Mas si el hedor no
desaparece
coserte los labios mereces
por torturar cruel e impío
a todos aquellos que te
han querido.
¡Oh, putrefacto bostezo!
Ni el más ferviente rezo
libra a la humanidad
de semejante barbaridad